‘Escena IV’ (1987), de Javier Campos Cabello. Técnica mixta sobre tela.Ruth Campos CabelloJavier Campos Cabello (1958-1994) fue una suerte de rockstar y/o artista maldito en la pintura tapatía de los ochenta y noventa. Falleció muy prematuramente, a los 36 años, luego de una vida marcada por el trabajo y la bohemia. Se le recuerda como un talento precoz, un apasionado del jazz y el blues (y hasta del punk, según testimonia su cuadro Nina Hagen), y un convencido socialista, quien, sin embargo, tuvo una mirada plástica personalísima, en las antípodas del arte didáctico o panfletario, y creó, entre pinturas y dibujos, centenares de imágenes oscuras, angustiosas, irónicas, confrontativas y turbadoras, con una técnica y un trazo inconfundibles.Tenebrismo, neobarroco, expresionismo, posmodernismo y hasta algún toque pop: una emulsión estética en la que se han reconocido, por años, muchos entusiastas del dark, el goth, el metal o el cine noir, y que a la vez ha sido celebrada por críticos y especialistas. Una obra legendaria, sí, pero poco accesible para los espectadores, pues se encuentra en su mayor parte en manos de coleccionistas privados y es raro, realmente raro, que se le reúna para una exposición.Se cuentan con los dedos de una mano las muestras públicas del trabajo de Campos Cabello en los tres decenios transcurridos desde su muerte y, sin embargo, su sombra se cuenta entre de las más influyentes para los pintores de las generaciones que siguieron a la suya en el Occidente del país. Y esto es lógico porque contemplar un Campos Cabello, hoy, embriaga y desconcierta la mirada tanto sucedía como hace decenios. Al contrario que tantas obras datadas y ancladas en un cierto estilo o discurso “de época”, la suya se mantiene tan outsider, vital y presente como el día que murió.Hay, en sus dibujos y pinturas, huellas claras de su interés por Francis Bacon (uno de sus dioses tutelares), pero también por Rembrandt, Caravaggio, José de Ribera, Velázquez o Francisco Corzas. Las lecturas de Rimbaud, Dostoievski y Kafka nutrieron su imaginario; el cómic y el cine fueron otros notorios influjos de su plástica: imposible no relacionar algunas de sus pinturas, sus luces, sombras y personajes, tocados siempre por un influjo abrasivo y fáustico, con las atmósferas y entes de cierto Ridley Scott, cierto Kubrick, cierto David Lynch.’Ciudad I’ (1986). Acrílico sobre tela.Ruth Campos CabelloSu hermana Ruth ha luchado por años para que la obra de Javier Campos Cabello se difunda fuera de los estrechos límites del culto generacional y trascienda a nuevos públicos y geografías más amplias. A eso contribuyó la exposición “Cartas de navegación” (curada por los artistas Juan Carlos Macías y Salvador Rodríguez Vázquez), la más amplia retrospectiva presentada nunca sobre el artista, con más de 400 piezas, y que llegó a su fin este 20 de octubre en el Museo Cabañas de Guadalajara, el principal recinto del arte en la ciudad, luego de casi tres meses de exhibición (y tres años de preparativos).“Cartas de navegación” es un repaso a fondo de la personalidad y el trabajo de Campos Cabello; el proyecto incluye también la edición de un libro (del mismo título) que reúne buena parte del material presentado, en especial sus obras más distintivas, puesto que existía hasta hoy un vacío casi absoluto de publicaciones que mostraran su iconografía básica, si exceptuamos unos pocos catálogos de hace lustros, inconseguibles para el espectador en general.Es de esperar que la exposición viaje a la Capital y a otros museos principales en el país, y contribuya a que Javier Campos Cabello pase de ser una leyenda para iniciados a una presencia valorada como lo que fue: uno de los grandes pintores mexicanos de finales del siglo XX.
Campos Cabello: el maestro del tenebrismo resurge a 30 años de su muerte | Opinión
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