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Era noche cerrada en la ciudad surcoreana de Busan. Tras una semana de negociaciones, el domingo 1 de diciembre estaba claro ya lo que se intuía desde hacía días: la reunión se iba a cerrar sin el esperado tratado internacional contra la contaminación que causa el plástico. En el plenario de la reunión, que se celebra bajo el auspicio de la agencia del medio ambiente de la ONU (Pnuma), se debía acordar posponer a 2025 las negociaciones. Pero también se tenía que aceptar que para esa última ronda del próximo año el punto de partida sea el borrador que la presidencia había difundido esa misma mañana. El texto, ya articulado y con algunos asuntos que parecían resueltos, era un avance en estas complicadas negociaciones, que arrancaron en marzo de 2022. Pero Abdulrahman Al Gwaiz, que lidera el equipo negociador de Arabia Saudí, tomó la palabra para cortar cualquier conato de optimismo. Pidió que todo el texto fuera puesto entre corchetes. Es decir, que nada de lo que aparecía en ese documento de 22 páginas se considerara como acordado. Todo se deberá negociar desde cero en la próxima reunión, venía a advertir.Tras el bloqueo de estas discusiones está si se debe o no limitar la producción de plástico, un derivado del petróleo, para evitar la contaminación. Eso podría impactar directamente en los planes de negocio de muchas compañías de combustibles fósiles, que ven en el desarrollo de la industria petroquímica una vía para compensar la caída en el consumo de gasolina y diésel que les causará el avance del transporte eléctrico en el mundo.La reunión de Busan ha estado marcada por los reproches contra algunos países que son grandes productores y exportadores de combustibles fósiles —como Rusia, Irán y Kuwait— por bloquear los avances de este importante tratado. El principal blanco de esas acusaciones ha sido, precisamente, Arabia Saudí. “Cada vez que tomaba la palabra en Busan, Arabia Saudí recordaba que hablaba en nombre de los 22 miembros de la Liga Árabe”, señala Rémi Parmentier, director del grupo medioambiental Varda Group y que ha acudido como observador a tres de las cinco reuniones que se han celebrado hasta hora para tratar de cerrar el tratado. Apunta, además, que desde la tercera sesión en marzo de 2023 del comité intergubernamental que se encarga de estas conversaciones “se ha formado un grupo opositor cada vez mejor organizado, bajo la tutela de Arabia Saudí, Irán y Rusia”.Otra frase que también pronunció Abdulrahman Al Gwaiz la noche del domingo pasado ayuda a comprender el meollo de las discusiones: “no hay ningún problema con la producción de plásticos, porque el problema es la contaminación, no los plásticos en sí mismos”. Esta sentencia, que también repitieron otros negociadores, como el kuwaití, choca directamente con lo que defienden un centenar de países (entre los que están los miembros de la UE y un gran número de naciones latinoamericanas y del norte global). Estos países exigen que el futuro tratado contemple medidas de reducción de la producción de plástico como vía principal para combatir la contaminación. Según la OCDE, si no se ponen medidas ya, la producción de polímeros mundial se habrá triplicado para mediados de este siglo, y poco más de un 10% será material reciclado, lo que hará que siga aumentando el problema de la polución. Por eso muchos expertos y ese centenar de países abogan por poner límites a la producción de plástico virgen.En el frente opuesto, esa es una línea roja para Arabia Saudí y otros países muy dependientes de los combustibles. El plástico es visto en el sector fósil como una alternativa para compensar la caída en el consumo de gasolina y diésel, que la Agencia Internacional de la Energía pronostica ya que ocurrirá esta década. “Ahora que la demanda de combustibles para el transporte está a punto de disminuir, los productores de petróleo se están aferrando a los productos petroquímicos con la esperanza de crear un mercado alternativo para las reservas que han explotado o que todavía planean explotar”, afirma Saidrasul Ashrafkhanov, miembro del grupo de analistas británico Carbon Tracker.Carbon Tracker acaba de publicar un informe en el que advierte de los riesgos de esa estrategia, también para los inversores. “Las grandes petroleras están haciendo apuestas arriesgadas sobre que el crecimiento de la demanda petroquímica compensará la inminente disminución de la demanda de petróleo”, recalca ese informe. Sin embargo, para ello “la demanda petroquímica tendría que crecer constantemente a un ritmo del 3,9% anual hasta 2035 para compensar la disminución en combustibles”, concluye sobre una tasa complicada de mantener. El problema es que “los productores de petróleo y gas necesitan ese mercado para seguir produciendo petróleo y gas”, resume Ashrafkhanov.“Nosotros de pequeños vivíamos pegados a la tele y no hemos salido tan mal”Cuando se habla de productores no solo se trata de empresas, también de países. “El petróleo y el gas representan casi la mitad de los ingresos de Arabia Saudí”, afirma Ashrafkhanov. “De ahí las informaciones de Busan que apuntan a los delegados de Arabia Saudí que se oponen a los límites a la producción de plástico”, opina. Aramco, empresa pública saudí, es la petrolera más grande del mundo y está situando el avance de la industria petroquímica como una de sus estrategias de futuro. Bloomberg informaba en octubre que este gigante paralizaba dos proyectos de refinerías en el Golfo a la vez que aumentaba su participación en varias compañías Chinas destinadas al sector petroquímico. Además, esta empresa también tiene en el punto de mira proyectos similares en India y Corea del Sur. “Puede que no lo diga explícitamente, pero todo indica que Saudi Aramco está apostando fuerte por los plásticos”, sostiene Ashrafkhanov. “La capacidad de su planta química casi se ha triplicado desde 2019″, detalla.“Hemos visto a países intentando retrasar la negociación, esto es inaceptable”, estalló unos días antes del cierre infructuoso de la conferencia de Busan un representante de República Dominicana. Reproches similares de otros negociadores se repitieron durante los días de reuniones, aunque sin que los delegados señalaran públicamente a ningún país concreto. El diplomático ecuatoriano Luis Vayas, que desde la presidencia del comité intergubernamental de la ONU está liderando las negociaciones del tratado, rechaza también apuntar a nadie. “Cada país tiene sus posiciones, pero todos negocian de buena fe”, contesta tirando de diplomacia cuando EL PAÍS le pregunta sobre las tácticas de bloqueo de algunos delegados.Vayas reconoce que en Busan todavía se han visto “posiciones muy distantes” en algunos temas como las limitaciones a la producción del plástico, el coto a algunas sustancias químicas y la financiación que deben recibir los países en desarrollo. Pero a la vez destaca que se ha avanzado en otros asuntos como la estructura del futuro tratado. A la espera de que se decida dónde y cuándo se celebrará la próxima reunión —Panamá se ofreció en Busan a acoger esa cita, que previsiblemente se celebrará a finales del primer semestre de 2025— Vayas confía en que se pueda “llegar a un acuerdo”. “Habrá que avanzar en el periodo informal”, es decir, antes de que se llegue a esa reunión final.Parmentier no es muy optimista tras ver cómo también desde los países que se autodenominan más ambiciosos en estas negociaciones lanzan acusaciones “en lugar de intentar dialogar y negociar de buena fe”. “A menos que cambie el formato de esta negociación para forzar un diálogo real, ese proceso no irá a ninguna parte”, vaticina. Y advierte: “aunque la industria petroquímica en los países del Golfo tiene un papel preponderante, conviene recordar que dentro del grupo de alta ambición también figuran algunos países productores y exportadores de petróleo, como México y Canadá”.

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