La historia de Alemania en el siglo XX es una concatenación de catástrofes a las que el país ha conseguido sobrevivir a base de una combinación de inteligencia, memoria y una mirada muy crítica sobre su propia realidad sociopolítica. La arquitectura no es una excepción a la regla, y muchos de esos símbolos de tiempos oscuros son ahora una atracción turística, un recordatorio del horror o, como en el caso que nos ocupa, un afilado reciclaje que convierte algo que en su momento era un instrumento de guerra en un auténtico homenaje a la imaginación y la voluntad del ser humano para avanzar a pesar de todo. Además, alejado del monumentalismo berlinés, la elegancia aristocrática de Múnich o el encanto burgués de Fráncfort, esta vez es la bulliciosa Hamburgo la que ha querido sacar la cabeza con un proyecto sorprendente.Hamburgo, con 1,8 millones de habitantes, posee el puerto más grande de Alemania (por algo muchos la denominan “la puerta de Alemania al mundo”) y ofrece una combinación de encanto marítimo y sensación urbana metropolitana. Los amantes de la naturaleza encontrarán el escape perfecto entre los ríos Alster y Elba, rodeados de vegetación. Es sencillo experimentar el ambiente urbano en recorridos, planificados o aleatorios, a través de los numerosos museos, exposiciones, restaurantes y calles comerciales. Es, sencillamente, una ciudad en la que la naturaleza y la vida urbana son perfectamente combinables. Pero esta no es la historia de Hamburgo, es la historia de dos torres antiaéreas que son un recordatorio imborrable de días que muchos preferirían olvidar: la historia del búnker de San Pauli, en la urbe alemana.Más informaciónLa construcción de este gigantesco refugio se remonta a la era del nacionalsocialismo: construido por trabajadores forzados en 1942, el búnker fue destinado principalmente a la defensa contra los bombardeos aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el régimen de Adolf Hitler también utilizó este enorme armatoste como herramienta de propaganda para demostrar su propia fuerza y evitar que la población se cansara de la guerra. Las fuentes señalan que hasta 25.000 personas encontraron refugio en este lugar durante los bombardeos en la ciudad de Hamburgo.Un tranvía cerca de la estación Landungsbrücken con el río Elba al fondo en Hamburgo (Alemania).SON Media / Getty ImagesDurante los años posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial, el búnker siguió allí como recordatorio inmenso y perenne de lo que había acontecido, sin que nadie supiera muy bien cuál debería ser su destino final. Sin embargo, todo cambió en 2015. “El inversionista Thomas Matzen tuvo la idea de reverdecer el búnker y su empresa, la Matzen Immobilien GmbH, solicitó agregar cinco pisos con una altura de unos 20 metros al edificio antiguo. Este plan fue aprobado por el Ayuntamiento en 2017, lo que dio luz verde para elevar el búnker a una altura de 58 metros”, explica a El viajero, Constanze Döbber, marketing manager de Hamburg Bunker.Así nació la idea de convertir el monstruo que una vez fue este edificio de Hamburgo en un hotel. En 2019 empezaron los trabajos de construcción para extender el edificio con cinco pisos en forma de pirámide. En septiembre de 2021, el grupo RIMC Hotels & Resorts se convirtió en el operador del espacio en el búnker y eligió la marca REVERB by Hard Rock para la aventura, convertida casi al instante en un símbolo de la nueva Hamburgo. La calidez de sus interiores y la atmósfera del Hamburg Bunker son dos de las cosas que más pueden chocar a los visitantes, especialmente si uno piensa en el contraste a medida que se aproxima a la mole, en la que uno nunca pierde la sensación de estar en un lugar que es un testimonio vivo y cambiante de la agitada historia del continente en el que se encuentra.“Hamburg Bunker difícilmente se puede comparar con cualquier otro proyecto hotelero y de catering. Está destinado a convertirse en un nuevo hito para Hamburgo, manteniéndose muy accesible. Es un lugar de encuentro y un símbolo de diversidad, tolerancia y convivencia respetuosa”, cuenta Döbber.Landungsbrücken, con el puerto y el Elba al fondo, en el distrito de San Pauli en Hamburgo (Alemania).Thomas Riebesehl (Getty Images)Tampoco puede obviarse que su ubicación es otra de sus grandes virtudes. El barrio de San Pauli ha sido la inspiración de las diversas ofertas culturales, culinarias, artísticas y musicales que ofrece el establecimiento, así como del propio diseño. “No podemos negar la influencia de nuestro vecindario: el colorido, animado y muy diverso y musical barrio de San Pauli, célebre, sobre todo, por su equipo de fútbol, uno de los más amados de Alemania. Hamburg Bunker quiere ser un buen vecino y se ve a sí mismo como parte de la comunidad. La gente de la ciudad hanseática y los vecinos directos son tan bienvenidos aquí como los huéspedes de todo el mundo”, explica la mánager del hotel. Con sus 134 habitaciones repartidas en cinco plantas, se ha convertido en una de las visitas favoritas de locales y foráneos, por igual y el sitio ideal para tomarse una copa o picar algo en alguno de sus bares o restaurantes.Ciertamente, la tupida capa de vegetación que envuelve el edificio, lo delicado de sus habitaciones en contraste con el brutalismo del complejo, hacen que el concepto del hotel y la amplia gama de opciones gastronómicas, junto con la ubicación única y la vista impresionante de la ciudad, convierten a este rara avis en un mundo en el que muchos hoteles parecen clones de otros hoteles, sea una experiencia extremadamente singular, que se resume en la definición que Döbber hace del proyecto: “Queríamos convertir la reliquia de una época oscura en un lugar positivo y vibrante de creatividad y encuentros, un lugar para el futuro, donde lo gris se convierte en colorido: un monumento histórico que se convierte en un nuevo símbolo para Hamburgo. Esa era la idea”.
El Bunker St. Pauli, de refugio de la Segunda Guerra Mundial a joya hotelera del nuevo Hamburgo | El Viajero
Tiempo de Lectura: 4 Minutos
What’s your Reaction?
0%
Love
0%
Smile
0%
Haha
0%
Sad
0%
Star
0%
Weary
Shares: