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El sexo ha tenido tantos enemigos a lo largo de la historia que resulta asombroso que todavía exista. La sexualidad ha sobrevivido, y sigue sobreviviendo, a las religiones, empeñadas en destruir el cuerpo para ensalzar el alma; al puritanismo y a la mojigatería, que no se han extinguido sino adaptado a los nuevos tiempos, como demuestran, por ejemplo, las políticas de contenido de las redes sociales. Pero el enemigo actual del placer tiene menos que ver con organismos externos. Al fin y al cabo, estos eran fácilmente identificables y hasta añadían esa dificultad intrínseca a los grandes logros. No en vano, John Waters sentenció: “Gracias a Dios soy católico, así el sexo será siempre algo sucio”. El adversario del éxtasis está hoy dentro del individuo, se ha infiltrado y tiene un nombre: ansiedad.Pero no nos referimos explícitamente al trastorno detectado, diagnosticado y tratado —o en fase de tratamiento—, sino a esa ansiedad que, en mayor o menor medida, acompaña a la persona y a la ansiedad que produce el acto sexual. En palabras de Miren Larrazabal, psicóloga clínica, sexóloga, presidenta de SISEX (Sociedad Internacional de Especialistas en Sexología) y miembro del Lyx, Instituto de Urología y Andrología, en Madrid, “el sexo es el contexto más ansiógeno para los seres humanos”.Más información“Hay que señalar que, a menudo, se utiliza la palabra ansiedad a la ligera, y a lo mejor más bien tendríamos que hablar de inquietud o de preocupación. Pero es cierto que la ansiedad, en mayor o menor medida, afecta a la respuesta sexual”, sostiene la ginecóloga y sexóloga Francisca Molero. “En ese estado, el cuerpo produce cortisol, que es una sustancia que rebaja la sensibilidad corporal, ya que esta hormona nos prepara para la lucha. Pero, además, el cortisol inhibe la producción de testosterona, muy relacionada con la libido y la presión sanguínea, que tiene mucho que ver con la erección. De hecho, hay una clara relación entre la eyaculación rápida y la ansiedad, y los tratamientos para este trastorno eyaculatorio son del grupo de los inhibidores de la recaptación de serotonina, que se le administran a las personas ansiosas”, añade la también directora del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología.Pero si estos son los efectos colaterales en el cuerpo, la ansiedad también afecta a la mente, el órgano genital por excelencia. Cuando la ansiedad no es muy grande puede pasar desapercibida para la parte física, pero la mental nunca se libra. “La ansiedad puede estar compensada o camuflada con muchas cosas: el trabajo, el ejercicio físico, el alcohol; pero es fácil que aparezca cuando queremos centrarnos en el cuerpo, perder el control. Entonces se presentan las rumiaciones mentales, los pensamientos intrusivos, el impedimento en centrarse en el aquí y el ahora, en bajar al cuerpo y eso puede ocasionar trastornos sexuales”, explica Carme Sánchez Martín, psicóloga clínica y sexóloga, responsable del Programa de Violencia de Género del CSMA (Centre de Salut Mental d’Adults) de Cornellà de Llobregat (Barcelona). Y añade: “A menudo, determinadas patologías o desarreglos pueden tener sus raíces en una ansiedad que ni siquiera conocemos, y que puede estar originada por causas externas a la dimensión sexual: laborales, económicas, de relación con la pareja. Porque en el plano sexual se reflejan muchos conflictos. Aquí es difícil fingir”.Relajar la mente para excitar el cuerpoA menudo, la excitación sexual se asocia a la tensión y se presupone que estar en modo erótico es incompatible con estar relajado y tranquilo. Nada más lejos de la realidad, ya que, como Molero apunta, “en la respuesta sexual normal, el sistema nervioso que prima es el parasimpático (el del descanso, la ralentización del ritmo cardíaco y la relajación); excepto durante el orgasmo, que entonces el que cobra protagonismo es el simpático. Este prepara el cuerpo para la acción, con respuestas que incluyen el aumento de la frecuencia cardíaca y la presión arterial, la dilatación de las pupilas, la disminución de la capacidad digestiva, la liberación de glucosa para proporcionar energía adicional y la dilatación de los bronquios, para permitir un mayor flujo de aire a los pulmones. El sexo es tensión; pero corporal, no mental, porque para sentir el cuerpo hay que relajar la mente”.El contexto actual no es muy favorecedor al placer, debido al alto nivel de autoexigencia, según señalan los expertos consultados.Diana Plechkov / 500px (Getty Images/500px)Así pues, la mejor manera de empezar una relación sexual sería desde la tranquilidad y el sentido lúdico, lo que no es incompatible con ciertas mariposas en el estómago, por eso de la emoción. Pero el modelo de sexualidad imperante no está por la labor, ya que lo erótico se ha vuelto una competición, algo que cotiza en nuestro sistema de autovaloración, el más implacable de todos. “La sexualidad tiene una dimensión bio-psico-social-cultural, lo que implica que no solo depende de la biología sino del entorno y de los dictados y tendencias que este imponga”, cuenta Larrazabal. “El contexto actual no es muy favorecedor al placer, debido al alto nivel de autoexigencia. Es un modelo de rendimiento en el que hay que ser muy empáticos, comunicarnos muy bien, tener muchos orgasmos y hacer disfrutar al otro a tope”.“La sexualidad actual es ansiosa, de resultados, de buscar un objetivo. Es finalista y no de proceso y eso genera mucha ansiedad anticipatoria porque hay que quedar bien, dar la talla so pena de ser descartado por el otro y por uno mismo”, sentencia Molero. “A esto hay que añadir el hecho de que la ansiedad está bien vista en todos los ámbitos de la vida. Socialmente, se ha reforzado porque la persona ansiosa hace muchas cosas, es más responsable, más efectiva, más eficaz que la persona tranquila, que parece alguien con poco empuje e iniciativa”.Somos seres ansiosos en un mundo con una sensualidad competitiva. Un cóctel molotov cuya propia inercia catapulta ya a muchos fuera de juego, mientras que los que siguen en la carrera acaban exhaustos, sin ganas o con disfunciones que hay que tratar en la consulta de sexología ¿No era el sexo un instinto innato que nos venía de fábrica? ¿No era el máximo placer al alcance, ya de todos? ¿Por qué entonces todo resulta tan estresante?Un instinto que hay que aprender“Otro de los grandes errores es pensar que la sexualidad no hay que aprenderla, que ya tenemos todo el conocimiento de nuestro cuerpo, de la respuesta sensual y de cómo manejar las emociones y los sentimientos dentro y no es así”, comenta Larrazabal. “La solución a esta ansiedad que nos produce enfrentarnos al sexo pasa por tener más educación sexual, poder manejar determinadas estrategias y recursos, por conocer el cuerpo y sus respuestas y por aprender a dejarse llevar, a olvidar la mente, aunque sea por unos momentos, para centrarse en el cuerpo. Hay también que incorporar más erotismo y acercarse a la sexualidad de manera más lúdica, como un juego. Porque nos ocurre como a los niños, que cuando dejan sus deberes y se ponen ya a jugar, su mente cambia, y hasta su cuerpo. Tienen ya otro ánimo y disposición”.La ansiedad puede estar originada por causas externas a la dimensión sexual: laborales, económicas o de relación con la pareja.Yana Iskayeva (Getty Images)La herencia cultural ha dejado también su huella y el patriarcado no solo perjudicó a las mujeres: “Generalmente, los hombres tienen más ansiedad sexual y está provocada por el miedo al fracaso”, señala Molero. “La sexualidad coitocentrista tenía su base en la erección, y el varón debía estar siempre dispuesto y, además, proporcionar placer a la pareja. Paradójicamente, la visión misógina de que el papel de la mujer en el acto sexual era de menor importancia que el del hombre le ahorró a esta una cierta ansiedad ejecutoria”. Pero si el mito de la responsabilidad masculina, resumido en el dicho: “No hay mujer frígida, sino hombre inexperto”, se grabó a fuego en la psique del varón, la exigencia femenina se centró en el cuerpo que había que tener y mantener para sentirse deseada. Por no hablar de la carga mental. “A las mujeres se nos exige más, dobles y triples jornadas y eso genera ansiedad y estrés”, apunta Carme Sánchez.Siglos y siglos con esta filosofía no son fáciles de disolver en el inconsciente colectivo. Hay otra creencia, tomada como ley universal, que sostiene que las mujeres son más propensas a llevarse los problemas (y la ansiedad) a la cama; mientras ellos muestran una mayor facilidad para dejarlos apartados y disfrutar del momento. La mujer necesita estar bien para el sexo, mientras el hombre utiliza el sexo para estar bien. Pero Francisca Molero no está de muy de acuerdo con esto: “Este aspecto está cambiando y en consulta se ven cada vez más mujeres que separan lo emocional o personal del placer sexual y hombres que mezclan estos dos ámbitos. Diría que, en cierto modo, muchos hombres están mostrando comportamientos más propios del sexo femenino y viceversa”.Rita Abundancia es periodista, sexóloga y autora de la web RitaReport.net.

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