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Cortes de carne en un comercio de Río de Janeiro, este martes.Ricardo Moraes (REUTERS)Filetes de ternera, solomillos de buey, pechugas de pollo y demás carnes protagonizan una batalla formidable entre la multinacional francesa Carrefour, una de las mayores cadenas de supermercados del mundo, y, en el bando contrario, las grandes empresas cárnicas de Brasil y el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. El anuncio de Carrefour, días atrás, de que dejaba de comprar carne de Brasil y del resto de Mercosur fue recibido en el país sudamericano como una afrenta proteccionista y contestado con represalias: las brasileñas JBS, Marfrig y Masterboi dejaron de suministrar a la francesa por cuestionar la calidad de su producto. La decisión de Carrefour se produjo al calor de las movilizaciones de los agricultores franceses para impedir que culmine la negociación del acuerdo comercial UE-Mercosur (integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay).El consejero delegado del grupo empresarial francés, Alexandre Bompard, el mismo que anunció el boicot a la carne sudamericana, firma una carta difundida este martes en la que avala la calidad de la carne brasileña, sin precisar si reanudará las compras.El veto la carne ha ido engordando a toda velocidad hasta convertirse en una batalla comercial en toda regla. La carne tocó una fibra, cosa que no ocurrió con la soja. Porque poco ruido hizo el anuncio casi simultáneo por parte de Danone de que ya no comprará soja brasileña por motivos de sostenibilidad. Carrefour arrastra problemas de reputación en Brasil desde que dos de sus guardas, blancos, mataron de una paliza a un cliente negro en 2020 en Porto Alegre.En su misiva a los brasileños, difundida por la prensa local, el directivo de Carrefour se disculpa y escribe: “Nunca enfrentaríamos la agricultura francesa con la agricultura brasileña, ya que nuestros dos países comparten el amor por la tierra, su cultura y su buena comida”.En la nota del día 20, Bompard apeló al “riesgo de inundar el mercado francés con una producción de carne que no respeta sus exigencias y normas”. El directivo fue más allá al instar a otras firmas agroalimentarias a unirse a “un frente común con los agricultores franceses” y rechazar los productos sudamericanos.La UE es un mercado mínimo para las carnes brasileñas (el 3% en lo que va de año, según datos oficiales citados por la prensa local), por lo que el impacto no era limitado. Pero en Brasil cundió súbitamente el miedo a una reacción en cadena, a que el boicot se extendiera.Brasil ha destacado “su asociación estratégica con Francia” en una nota conjunta de los Ministerios de Exteriores y de Agricultura en la que recalca que “volverá a reaccionar con firmeza contra cualquier nueva campaña que apunte a la imagen de los productos brasileños, especialmente del agronegocio, cuyos estándares de excelencia en toda la cadena productiva son reconocidos en todo el mundo”. El Gobierno expresa su confianza en que las empresas reviertan sus boicots.El conflicto entre Carrefour Francia —porque la filial local intenta sortear la trifulca como puede— y Brasil es un cóctel en que se mezclan los intereses comerciales de dos países amigos, el orgullo nacional, la deforestación en la Amazonia, un acuerdo comercial que se negocia hace 25 años y crearía la mayor zona de libre comercio del mundo, una multinacional que para aplacar el descontento en su país de origen (Francia) adopta una decisión que enerva a sus proveedores y clientela en otro gran mercado (Brasil) y el agronegocio brasileño, uno de los pilares de la economía nacional y un sector temeroso de que la clientela europea le dé la espalda enarbolando la bandera de la protección ambiental.El presidente francés, Emmanuel Macron, muy debilitado, está abiertamente en contra del acuerdo UE-Mercosur. En su reciente visita a Argentina, que coincidió con una nueva ola de protestas del agro francés, Macron fue explícito tras reunirse con su homólogo, Javier Milei: “De manera muy sincera y muy clara, le dije [a Milei] que Francia no firmaría hoy el acuerdo con Mercosur, tal como está”.Francia, cuyo sector agrícola está entre los más protegidos de la Unión Europea, es el país que rechaza más frontalmente el acuerdo comercial que crearía un mercado de 780 millones de consumidores. El presidente Lula y su equipo confían en poder sortear las reticencias de París y cerca el texto final antes de que 2024 termine.A los efectos que pudiera tener el acuerdo comercial a uno y otro lado del Atlántico el día que se pacte definitivamente, sea ratificado y entre en vigor, se une otra norma europea ya aprobada que indigna al Mercosur, especialmente a Brasil, el principal afectado.Los Veintisiete han alumbrado una ley antideforestación, que Bruselas presenta como pionera en términos de lucha medioambiental y que para los sudamericanos tiene un fuerte sabor proteccionista. Veta la entrada en la UE de siete productos (aceite de palma, cacao, café, caucho, ganado, madera y soja) y sus derivados si proceden de áreas ilegalmente deforestadas. La UE ha aplazado un año su entrada en vigor, hasta finales de 2025.

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