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Un año es como un melón: hasta que no lo abres, no sabes cómo va a salir. Lo de la madre de Forrest Gump y la caja de bombones, dividido en raciones de 12 meses. Con las series pasa lo mismo: por mucho que jueguen las expectativas —lo que, de un tiempo a esta parte, siguiendo la horrenda moda de aceptar anglicismos a granel, llamamos hype, otrora bombo—, hasta que no las ves, no sabes. Ahora que estamos cerrando 2024, podemos concluir que la ficción televisiva de este año en España ha aprobado con nota: hemos tenido de todo y muy bueno. Atrás quedaron ya los complejos con los que la ficción nacional se miraba al compararse con las potencias del sector. Tenemos menos cantidad, pero mucha calidad y variedad.Entrando más en harina, las que yo considero las dos grandes series del año, Querer y Celeste, son, en sus aspiraciones, tono, tramas y personajes, completamente diferentes, pero algo tienen en común: ambas están protagonizadas por dos mujeres adultas, que dejaron ya atrás la edad a partir de la cual muchas actrices son condenadas al ostracismo. Querer y Celeste, además, no son sólo los vehículos para que dos actrices superlativas, Nagore Aramburu y Carmen Machi, demuestren su poderío. También son ejemplos de que mirar con cierta sensibilidad a personajes y realidades poco observadas da sus frutos. Dejando al margen la fecha en el DNI de sus protagonistas, la ficción española de los últimos años se ha centrado con éxito en personajes femeninos. Ahí están La mesías, Intimidad, Cardo, El caso Asunta, El cuerpo en llamas, Veneno, Patria… Sin embargo, este logro, a celebrar, no se corresponde con la presencia de creadoras tras la ficción española. Por supuesto, no se trata de que las series de mujeres las tengan que crear mujeres. Se trata de que el acceso a liderar el desarrollo creativo de una serie pueda caer con una frecuencia similar tanto sobre mujeres como sobre hombres.De las series nominadas a los próximos premios Feroz, por poner un ejemplo, solo en tres de nueve hay creadoras y ninguna de ellas está creada en exclusiva por una o varias mujeres, como sí ocurre con los hombres en seis de las nueve nominadas. Los que aludan a la meritocracia para zanjar el tema, solo pueden hacerlo desde el desconocimiento o la mala fe. Las mujeres del sector vamos ganando poder, pero este melón no se termina de abrir.

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