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Hace cinco años era el presidente peruano con mayor popularidad en este siglo. Había disuelto un Congreso tan cuestionado como el actual y encabezaba las encuestas con un 79% que comparado con el 3% de Dina Boluarte parecería ser el índice de otro país, uno menos fracturado y donde los mandatarios son capaces de concluir sus quinquenios. Pero hoy, Martín Vizcarra ya no luce tan distinto y su presente se asemeja mucho al de los últimos jefes de Estado: su libertad corre peligro por más de un escándalo de corrupción.El ingeniero que sucedió a Pedro Pablo Kuczynski y gobernó al Perú entre el 2018 y el 2020 afronta un juicio por presuntos sobornos que habría recibido durante su etapa como gobernador regional de Moquegua. Se presume que favoreció a un par de constructoras en la adjudicación del proyecto Lomas de Ilo y el Hospital Regional de Moquegua. Este incidente fue lo que determinó su caída en noviembre de 2020, cuando el Congreso lo destituyó por incapacidad moral permanente.Protesta contra el gobierno de Vizcarra en las afueras del Congreso de Perú en 2020. Rodrigo Abd (AP)Para aquel entonces la credibilidad de Martín Vizcarra se había desmoronado al descubrirse que se vacunó en secreto contra la covid-19. Él, su esposa y uno de sus hermanos, dando lugar a un tráfico de vacunas conocido como el Vacunagate durante la primera ola de la pandemia. Un asunto sumamente sensible en un país como el Perú que registró la mayor tasa de mortalidad por coronavirus en el mundo. Hasta antes del destape del periodista Carlos Paredes, Vizcarra era visto con buenos ojos por la mayor parte de la población. Solía dar un Mensaje a la Nación a diario y, en medio del drama, sabía comunicar a pesar de su parquedad.Ese inusual carisma lo ha trasladado desde hace un par de años a las redes sociales. Inhabilitado para ejercer cargos públicos hasta el 2031, Martín Vizcarra no se ha rendido en su lucha por conservar su capital político. Desde que la abogada Zully Pinchi dejó entrever un amorío con el expresidente y aquellos chats inspiraron el hit mundial Mi bebito fiu fiu, bajo el genio creador de Tito Silva, Vizcarra se dio cuenta de que podía capitalizarlo todo. Incluso las infidelidades. Y comenzó a desplegar una sólida estrategia en TikTok para asolapar sus líos judiciales con el reto o la tendencia del momento.Como cualquier otro aspirante a influencer, Martín Vizcarra documenta cada paso que da en busca de interacciones. Así como se ha grabado en pijama, calentándose el almuerzo, también ha aparecido tumbado en la cama de un hospital después de que le extrajeran un cálculo renal. Se ha vestido de corto para jugar tenis o fútbol y luego ha pontificado sobre la importancia de hacer deporte. También se ha grabado desde su baño, antes de afeitarse, para dar consejos sobre el uso responsable del agua. Y así como ha serruchado las patas de la cabecera de su cama en pantalla, cual carpintero, ha despertado la ternura de la platea acariciando a sus dos perritas. La performance de Vizcarra, que ya suma 1.1 millón de seguidores en TikTok, no ha tenido que ser sobresaliente para ser efectiva: la ventaja de incursionar en un terreno todavía virgen para el político peruano promedio.La dualidad de Martín Vizcarra ha quedado de manifiesta el martes: ese día, durante una audiencia, el empresario José Manuel Hernández Calderón, exministro de Agricultura y Riego, confirmó que el exmandatario recibió 1.3 millones de soles en coimas (351 mil dólares) del consorcio ICCGSA que ganó la licitación para construir el hospital de Moquegua. Durante la noche, en medio de las críticas, Vizcarra participó en un streaming con un influencer de 21 años apodado Cristorata, vestido de traje para la ocasión. Jugaron una partida de ping pong, un poco de fútbol en espacio reducido, bailaron danzas típicas, y bromearon lo suficiente como para registrar cien mil reproducciones en YouTube en un par de días.“Vizcarra sabe qué generación votará en las próximas elecciones”, dice uno de los comentarios con más me gusta. Si bien fundó la agrupación política Perú Primero y se conduce como si fuese el candidato presidencial para el 2026, hace algunas semanas se ratificó su inhabilitación para ejercer un cargo público por diez años. Su postulación es todavía un delirio, pero ciertamente las adhesiones virtuales en la etapa oral del juicio no le caen nada mal. Son una suerte de amortiguador para los quince años de prisión que pide la Fiscalía por el delito de cohecho.A Martín Vizcarra también se le imputa el haber recibido un millón de soles (270 mil dólares) y el alquiler de una avioneta de parte de Obrainsa, constructora que se vio favorecida con el proyecto Lomas de Ilo. En este caso, Elard Paul Tejeda, gerente de Obrainsa, delató al exmandatario y dijo haber pagado el soborno en dos partes. Alrededor de trece testigos, entre ellos extrabajadores de dicha empresa, corroboran esa versión. Quienes defienden al nuevo influencer reclaman que no existe ninguna foto o video donde haya sido captado en flagrancia.La procuradora Silvana Carrión ha señalado recientemente que aquellas pruebas no son estrictamente necesarias para determinar la culpabilidad del imputado. “Eso pasó en los casos de los noventas. Es más: después de esa experiencia, el corruptor y el que se deja corromper difícilmente van a querer que los filmen, se van a cuidar más en la forma cómo reciben ese soborno. En estos delitos clandestinos, (las pruebas) se construyen a partir de indicios con una base objetiva. En este caso, el señor Tejeda está indicando cómo se le solicitó y cómo entregó el dinero”, le dijo al diario El Comercio. Según Carrión, el caso podría resolverse en la primera mitad del 2025.A Martín Vizcarra hace poco se le levantó la comparecencia con restricciones. Ya no necesita una autorización fiscal para ausentarse de Lima. Pero todavía pesa sobre él un impedimento de salida del país que vencerá en enero. El jueves 26 tendrá su última audiencia del año. Se ha autorizado que participe virtualmente desde la región de Moquegua, donde pasará las fiestas navideñas. Seguramente, el expresidente tendrá sobre su mesa, junto al pavo, su último emprendimiento: su propio panetón, el panetón del Lagarto, una sorna al apodo con que lo llama un sector de la prensa por ser frío y calculador. Sus seguidores y sus detractores estarán atentos.

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