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Para un equipo que juega tan mal con la pelota como el Atlético cualquier recurso es un potosí. Como en París, Oblak montó una contra ganadora con una patada larga tras blocar un saque de esquina a la que corrió ciego de fe Giuliano. Otra cabalgada del chico memorable para llevarse por delante el despiste de Mojica y después el intento de Maffeo por detenerle. Ya en el área le cedió la pelota a Julián Álvarez para que marcar a placer. El gesto habla de un jugador muy colectivo que prefirió asegurar el tanto que la gloria individual.

0

Dominik Greif, Martin Valjent, Antonio Raíllo, Johan Mojica, Pablo Maffeo (Antonio Sánchez, min. 74), Robert Navarro (Dani Rodríguez, min. 74), Samú Costa, Manu Morlanes (Daniel Luna, min. 82), Sergi Darder (Chiquinho, min. 68), Cyle Larin (Abdón Prats, min. 68) y Vedat Muriqi

1

Jan Oblak, José María Giménez, Clément Lenglet (Axel Witsel, min. 62), Nahuel Molina, Reinildo, Rodrigo Riquelme (Conor Gallagher, min. 85), Giuliano Simeone (Ángel Correa, min. 61), Koke, Pablo Barrios, Julián Alvarez (Alexander Sørloth, min. 61) y Antoine Griezmann (Rodrigo De Paul, min. 61)

Goles
0-1 min. 60: Julián Álvarez

Arbitro José María Sánchez Martínez

Tarjetas amarillas
Clement Lenglet (min. 9), Samuel Costa (min. 56), Arrasate (min. 62), Reinildo Mandava (min. 82), Correa (min. 93)

La consolidación de Giuliano como defensor de los rasgos identitarios que proclama su padre y la rehabilitación de Oblak son las mejores noticias de este Atlético que se va al parón con más puntos que juego. El guardameta fue providencial para salvar la victoria cuando le ganó un mano a mano a Abdón Prats. La secuencia fue muy parecida a la del gol del Atlético. El atacante mallorquín corrió a un pase largo y pasó a Witsel con una carrera convencida. A esas acciones de poca elaboración pareció destinado el desequilibrio de un partido de rompe y rasga. El Atlético la aprovecho la suya y el Mallorca no.Las estadísticas ya anunciaban un partido de cemento, pico y pala. Se enfrentaban los dos equipos menos goleados del campeonato. Y ninguno de los dos pareció querer contradecir el presagio de una tarde de fútbol aburrida atendiendo a los números. En todo el primer tiempo no se vio a ese Mallorca al que a Jagoba Arrasate le cuesta implantar su sello de las transiciones meteóricas con el que se distinguió en Osasuna. Alineó una doble punta Larin-Muriqi que alumbraba juego directo para incomodar a los centrales del Atlético. A Giménez y Lenglet les esperaba una tarde para gladiadores. A Molina y a Reinildo también en esa doble función entre carrileros y centrales que alternan.Nadie arriesgaba. Ni Jagoba, ni Simeone desplegaban juego colectivo en los costados para doblar las férreas defensas de uno y otro. También los centrocampistas de uno y otro estaban más pendientes de estar bien colocados que de inventiva. El caldo de cultivo propicio para cocinar el tostón de partido que fueron los primeros cuarenta y cinco minutos. Sin un disparo entre los tres palos. La primera intentona del Atlético fue a la media hora. Un disparo alto de Julián Álvarez. El argentino fue una tarde más víctima de la negligencia de sus compañeros con la pelota. El entrenador debe buscar alternativas que ayuden a encontrar circuitos limpios de balón que ayuden a enterrar el sello de equipo previsible con la pelota, pero los jugadores también deben mirarse el ombligo y ajustar la precisión. De lo contrario, es imposible darle continuidad a un juego cuya principal premisa es pasarse el balón de unos a otros para progresar.En medio del páramo y del sopor que invadía Son Mox, Darder dibujó una rosca que Larin cabeceó para exigir a Oblak una mano salvadora. Esa fue la acción más brillante del primer acto. Al segundo pareció salir un Atlético más protagonista, aunque sin sobrarle la finura. Fue Oblak el que montó esa contra ganadora cuando el Mallorca comenzaba imponerse de nuevo y podía adueñarse aún más del partido si el colegiado hubiera mostrado la segunda amarilla a Lenglet por un agarrón continuado a Larin. El tanto de Julián Álvarez dio paso a los cuatro cambios de una tacada que tenía preparados Simeone. La intención era meter piernas para defender y contragolpear. Tuvo varas contras para montar el Atlético. En la que más se afinó, Riquelme o no vio a Correa que entraba solo por la derecha o pecó de individualismo. Su disparo le salió centrado. Sin cerrar el partido, el Atlético aguantó en su área las últimas embestidas del Mallorca. El empate no hubiera sido injusto.

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