La filosofía también vende y hasta se agota en las librerías, solo necesita a las promotoras adecuadas. Esas son Inés García y Paula Ducay, filósofas de 25 y 28 años y creadoras del exitoso podcast filosófico Punzadas sonoras. El que ha sido durante más de dos años el principal hilo conductor de sus episodios, Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes, está agotado en algunos comercios madrileños. En la FIL de Guadalajara, sin embargo, cuenta todavía con su propia torre de ejemplares, y allí han acudido raudas las españolas nada más desembarcar este lunes en el recinto ferial. Del stand de Siglo XXI se llevarán al menos otras 12 copias a la península para repartir entre oyentes y amigos. Si el francés todavía viviera, se vería obligado a pagarles regalías.“Nos apasionan los autores que son inclasificables, que no se dejan llevar por el encorsetamiento de los géneros”, explicarán sobre su debilidad por este autor más tarde, en la grabación del episodio con el que inauguran su participación en la feria. Es el primero que graban fuera de España, y también el primero de los tres que albergará la FIL. El espacio es íntimo, pero está abarrotado, y pronto comienzan a arremolinarse más y más curiosos que deciden quedarse a escuchar a estas chicas que prometen venir “a airear traumas”. El trauma en cuestión es el absurdo enfrentamiento entre filosofía y literatura que les inculcaron en la Universidad, donde se negaban a recomendarles “novelitas”. Ellas se rebelaron contra ese dogma como lo hicieron con el prejuicio que asume que la filosofía es una cosa de hombres. El tiempo les ha dado la razón. El público es variado y las escucha cómplices. Algunas personas han viajado desde lejos solo por escucharlas a ellas, se acercarán después a decirles.Inés García y Paula Ducay, junto a Pau Luque, invitado al programa que grabaron en la FIL el 2 de diciembre.Roberto Antillón“Decidí que ya no me iba a poner nerviosa”, cuenta Inés García minutos antes de salir: “Llevamos tantos directos que serían demasiados días pasándolo mal”. Pero en la salita donde esperan relee el guion cuidadosamente estructurado y codificado por colores: negro para ella, azul para Paula Ducay. Ese documento es su pequeña joya. Su cabeza analítica necesita darle forma hasta que cobra perfecto sentido: o en forma de viaje, o circular, o a base de ejemplos. Se entusiasma al explicar su importancia e incide en el trabajo que conlleva. “A veces, el día antes de grabar entra en crisis y dice: ‘No lo veo, no sé qué queremos contar con esto”, bromea Ducay, pero todo acaba colocándose en su lugar. Ella de lo que más disfruta es de enfrascarse en las lecturas que servirán de combustible para cada episodio. “Ahí recuerdo por qué elegí dedicarme a esto”, reconoce, aunque han aprendido a disfrutar de las grabaciones, sobre todo en su estudio.De México todavía tienen pocas impresiones. Es la primera vez que viajan al país y la FIL es un limbo monstruoso suspendido en el tiempo y el espacio. “Es como un Leroy Merlin”, dirá una. “Se parece a estar en el Ifema de Madrid”, bromeará también la otra. Pero en su tono no hay burla, solo frescura y naturalidad. No todo va a ser filosofar. Su entrada al país será, más bien, al día siguiente, cuando planten los pies en el famoso Hospicio Cabañas de Guadalajara, donde también se encontrarán con alguna seguidora que les pide una foto. Es el único día que tienen para hacer turismo y quieren aprovecharlo al máximo. La sintonía entre las dos amigas —que, además de compartir proyecto, viven juntas— es palpable. Cada una pasea a su ritmo y disfruta de la compañía silenciosa de la otra. Alzan la mirada y el imponente fresco de Orozco se la devuelve desde el interior de la bóveda. No comentan nada, pero por dentro sus cabezas no dejan de funcionar.Una seguidora saluda a las creadoras del podcast Punzadas Sonoras, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Roberto Antillón“Yo ya he pensado tres veces en un tema que teníamos pensado para el año que viene”, confiesa García después, en uno de los patios soleados del palacete: “Me apetecía mucho hablar sobre la barbarie, con la reacción tan terrible que hay ahora por parte de muchas personas a la llegada de migrantes a España. Siempre sale el tema de la Conquista, y en algunos murales he pensado: qué interesante esta visión”. El guion ya comienza a formarse en su cabeza, no lo puede evitar. “Todo se mezcla en proyectos que son muy personales”, comenta Ducay. “Punzadas es un agujero negro. Muy bonito, pero agujero negro”, ríe. La rueda del trabajo no ha frenado para ellas desde hace un año y medio. “Crees que tienes que decir que sí a todas las oportunidades, es muy difícil parar”, completa.Pero todo lo que les ha devuelto Punzadas les compensa, especialmente la conversación que se genera de vuelta. Reflexionan a menudo sobre el proyecto que quieren hacer, intentan no dejarse llevar por la inercia y salirse de los fenómenos literarios sobre los que rápidamente hay que opinar. “Nos obsesiona mucho no dar por hecho que hablas con una persona-tipo o persona vacía. No subestimar a quien está al otro lado. Es importante considerar que el otro va a ser capaz de entender lo que le propones”, plantea García. A veces les han dicho que el proyecto es muy “sesudo”, pero es una decisión consciente que han tomado, concuerda Ducay. “Siento poner a la gente a la mili de la mente, pero a la vez es chulo”, se divierte la primera, “merece la pena cierto esfuerzo”.El paseo y la conversación avanzan entre las muletillas de moda y pensamientos bien armados y expresados con elocuencia, un equilibrio que las ancla a su época. Además del proyecto en audio, Paula Ducay ha añadido este año “la subtrama de ser novelista”. Acaba de publicar su primer libro, La ternura (Altamarea, 2024), con una gran acogida, que espera que sea el inicio de una larga carrera que le dé muchos premios, dice entre risas, aunque ambas sueñan, sobre todo, con recibir el Ondas. Ducay también anima a su amiga menor a comenzar con el ensayo que le ronda la cabeza. “Tengo un programa de acoso a mi alrededor”, se queja cómplice la otra. Gajes de estar rodeada de amigos que trabajan en el sector editorial. “Casi me desmayo al ver a María Sánchez en el hotel”, confiesa. La escritora española trata, justamente, el tema en el que a ella le gustaría sumergirse en profundidad, la ruralidad.Ambas miran con ojos despiertos lo que escriben otros, y en la charla van surgiendo algunos nombres: Remedios Zafra, especialmente, Purificació Mascarell, la crítica Aloma Rodríguez. En noviembre llegaron a manejar 20 libros al tiempo, aunque la FIL les está dando un respiro. Las mujeres de su generación, sin embargo, no siempre reciben la mirada de vuelta de sus pares masculinos. Ellas les leen a ellos; ellos a ellas, no. “Estos días hemos coincidido con mucha gente conocida, ¿y quién nos conoce a nosotras? Las chicas, las escritoras”, comentan. “A los talleres que hacemos de mujeres, ellos no vienen. Luego haces uno de Steinbeck o de Thomas Mann, y se llena”, desarrollan. Observan el mismo sesgo entre la narrativa y el ensayo. En la carrera, solo ellos levantaban la mano, pero ahora ellas han tomado la palabra y la voz. En México les esperan, todavía, dos episodios en directo y varios días de intensa agenda. Al volver a España tendrán, por fin, sus merecidas vacaciones. Otra cosa será convencer a sus cabezas de que dejen de trabajar.Paula Ducay e Inés García, en el Instituto Cabañas, el 3 de diciembre de 2024.Nayeli Cruz
Punzadas sonoras: Inés García y Paula Ducay: dos punzadas recorren la FIL contra el corsé de las etiquetas
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