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El 17 de octubre, días previos a la XVI reunión cumbre de los países que forman el BRICS, en la ciudad de Kazán, ubicada al oriente de Rusia, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo fue cuestionada sobre la posibilidad de que durante su gobierno México busque ingresar a ese agrupamiento de naciones, que con paso firme caminan en dirección a una nueva arquitectura financiera internacional, que corrija la dolorosa y lacerante disfuncionalidad social y económica vinculada al sistema del dólar y a las estructuras bancarias de Wall Street y Londres. La respuesta de la presidenta fue pronta. Sin dejar espacio a la duda, afirmó: “No, en este momento nosotros lo que planteamos es la fortaleza del tratado del TMEC…”.Había apremio en los círculos financieros angloamericanos de que México y su nueva presidenta, reiterarán su adhesión incondicional al bloque comercial y geopolítico que representa el TMEC, tal y como en su momento lo hizo el gobierno anterior. Les preocupa a estas elites financieras que una nación como México pudiera abandonar su larga incondicionalidad a un esquema comercial que ha funcionado como camisa de fuerza para impedirle al país su industrialización y el fortalecimiento de su sector primario.El estancamiento económico desde que se impusieron estos esquemas, las tasas crecientes de desempleo, la abrumadora economía informal, el crecimiento devorador de la deuda, la violencia criminal extendida por todo el territorio nacional, son los saldos irrefutables de que el esquema ha sido un éxito para el sector financiero internacional, los carteles agroalimentarios y los grandes importadores, pero un fracaso para México.Claudia Sheinbaum se mostró molesta cuando un comediante dijo que teníamos como presidenta a un ama de casa. Sheinbaum reivindicó a las amas de casa, pero además se presumió científica. La aplicación de un criterio científico sobre la funcionalidad o no de un esquema comercial como el TMEC exige, en principio, atender a los resultados, y estos evidentemente no caminan a favor del crecimiento económico de México. Hay quienes se tapan los ojos frente a estos hechos y en su adhesión a tales estructuras ubican los males en otros frentes, con largas letanías en contra de la corrupción. Están también los apologistas del dinero, que contabilizan los cientos de miles de millones de dólares involucrados en el intercambio comercial del TMEC, como la prueba del éxito, mientras que la economía física de la nación se mantiene en el estancamiento y con decrecimiento per cápita.Ahora bien, México no tiene por qué plantearse una ruptura en la relación comercial con los Estados Unidos. Es una relación histórica e imprescindible, pero sí tiene que plantearse nuevos términos de intercambio que tengan como premisa el propósito soberano de lograr la industrialización nacional y la vigorización del sector primario. Tales propósitos no deben de entrar en conflicto con los intereses nacionales de Norteamérica, aunque es posible que sí con corporativos agro-financieros y fondos de inversión que en la ecuación del TMEC le han asignado a México el simple papel de proveedor de mano de obra barata y materias primas, en lo que pomposamente suelen definir como “la complementariedad de las dos economías.”No son pocos los economistas que desde diferentes partes del mundo y con distintos enfoques, reconocen que el sistema financiero de occidente, cuya moneda de reserva es el dólar, se encuentra en bancarrota.Oficialmente se admite que la deuda de los Estados Unidos supera los 35 billones de dólares y la deuda global está por encima de los 300 billones de dólares. Estimaciones de la revista norteamericana, especialista en asuntos económicos y financieros, Executive Inteligence Review, consideran que los volúmenes de instrumentos financieros, conocidos como derivados y otros, proyectan la deuda total en una magnitud superior a los 2 mil billones de dólares.Un sistema en esas condiciones y resuelto a bombearle incesantemente liquidez a una deuda impagable, no tiene nada bueno que ofrecerle a las naciones, que no sean las políticas de ajuste presupuestal y austeridad para poner a salvo la especulación y la deuda. Además de alentar procesos de guerras regionales con afanes primitivos de expansión y acumulación. El surgimiento y fortalecimiento de los BRICS es una irrupción inteligente, resultado de la tensión insoportable que padecen las naciones inmersas en la dinámica del sistema en bancarrota.Despojados de sombras ideológicas, se puede reconocer que después de la cumbre de Kazán, el BRICS constituye el pilote estructural que ha cimentado la construcción de un puente hacia una reorganización económica y financiera global. Ha conjuntado la masa crítica indispensable para ofertarle al mundo una alternativa frente a un sistema financiero occidental que se muere, no por los malos augurios, sino por sus propias prácticas especulativas e insanas.Actualmente el BRICS agrupa, en su núcleo duro, a diez países, de los cuales cuatro están en la categoría de nación-continente, como Brasil, Rusia, China y la India; además de su ampliación conocida como BRICS-Plus, que en la reciente cumbre acogió a trece nuevos países en la condición de asociados. Son 23 naciones que representan más de la mitad de la población mundial y reúnen el 40 por ciento del PIB global, con notables capacidades instaladas y potenciales en la construcción de infraestructura dura, en la innovación tecnológica, en la exploración espacial, energía nuclear, producción de granos básicos y otras capacidades suficientes para soportar las exigencias que plantea la construcción de una nueva arquitectura económica y de seguridad mundial. El Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS, promete ser la semilla operativa de esta nueva arquitectura.Lo más relevante de la emergencia del BRICS, es que no se auto-concibe como una entidad doctrinaria en contra de occidente. Su doctrina trasciende la geopolítica ordinaria y se postula como una alternativa a las naciones del Sur Global, extendiéndole la mano a Europa y a los Estados Unidos.No hace bien la presidenta Claudia Sheinbaum en cerrar esa puerta que el BRICS le abre a México. Le apremia a la nación una presidencia flexible a los cambios internacionales y abandonar la rigidez que lo mantiene atado a los derroteros de esquemas comerciales fracasados.Desde el Valle del Yaqui, Ciudad Obregón, Sonora, 29 de octubre del 2024.

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