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Fotógrafo, escritor y psicólogo, Mikołaj Grynberg (Varsovia, 58 años) es autor de varios volúmenes de historia oral. Un brazo muerto del río, publicado originalmente en 2017, fue su primera obra de ficción y hace pensar en esa labor testimonial: se trata de un conjunto de 31 monólogos sobre relación de Polonia con el pueblo judío. Son aproximaciones al legado del Holocausto (la mitad de sus víctimas, unos tres millones, eran judíos polacos) y del antisemitismo, y a lo que supone ser judío en ese país. Los personajes hablan en primera persona; en ocasiones se dirigen al escritor. Cuentan experiencias desgarradoras, íntimas, con un tono conversacional y un lirismo sobrio, algo de humor negro y revelaciones que te dejan sin aliento. Muchas viñetas describen un secreto familiar. A veces, un acontecimiento propicia que un personaje cuente algo que ocultaba. Otras veces, los indicios llegan por un gesto, una canción o una incongruencia en una foto. El secreto protege. Una madre solo dice a su hija que es judía cuando se jubila, porque ya no pueden despedirla; otra, escondida durante la guerra en casa de un matrimonio polaco donde el marido la viola sistemáticamente, prefiere que sus descendientes no conozcan su origen.Además del trauma, y de sus efectos de culpa, depresión y vacío, el libro trata de los prejuicios y la ambivalencia: “¿por qué tienen ustedes los judíos esa manía de embrollarlo todo?”, dice un personaje (acaba de descubrir que su abuela era judía). Una mujer se dirige al narrador: “¿Quien ayudó a los rusos a matar a los polacos? Ustedes. ¿Quién nos gobernó desde 1945? Ustedes. ¿Y todavía se sorprende de que en 1968 hiciéramos limpieza? No había otra opción, tuvimos que luchar para conservar el gobierno de nuestro país. No podíamos esperar, era nuestra última oportunidad, de otro modo nos habríamos convertido en una colonia de Israel”. Luego le pide que le firme un libro. Otro personaje recuerda que en un campamento infantil pensaron que era alemán por su apellido: “Como en mi corta vida ya sabía lo que era ser un judío que había matado a Jesús, pensé que quizá era preferible ser un alemán vencido”.La relación entre la realidad y los estereotipos es irónica y trágica. Son historias sobre el otro; a veces el otro es uno mismo. Un empresario acude a un rabino para que certifique que no pertenece a la comunidad y así evitar ataques antisemitas. “Soy un polaco en cuyo interior vive un judío y un judío que no existe sin ese polaco. A veces incluso juego conmigo mismo al ajedrez, ¿y sabe quién gana? Una vez uno, otra vez el otro”, dice un personaje. Otro se enfrenta a un hombre que le reprocha que viva en Polonia. Unas niñas gentiles juegan a esconderse en un sótano como si fueran judías durante la Shoá, unos israelíes buscan a la familia que protegió a sus antepasados y una funcionaria atiende a los descendientes de un superviviente que buscan el shtetl de su abuelo (creen que es Anatevka, donde transcurre El violinista en el tejado: no saben que es un lugar imaginario). Otro personaje le dice a Grynberg en el último texto de este libro intenso, hermoso y terrible: “¿Te das cuenta de que vives en un brazo muerto del río? El caudal ha ido haciendo meandros, un brazo ha quedado aislado y se ha ido secando”.Mikołaj GrynbergTraducción de Maila Lema QuintanaAcantilado, 2024144 páginas, 14 euros.

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